jueves, 10 de julio de 2014

COSAS DE MUJERES


Ando buscando algo diferente, motivador. Algo amable, con un toque femenino y de consciencia que se aleje de lo establecido por la costumbre que, a mi entender, es masculina. Hace ya un tiempo que me muevo en esta línea. Sé exactamente lo que es, lo que necesito, y mi pretensión es tan grande, tan ambiciosa, que quiere abarcar a todas las mujeres para devolverlas a ese espacio de bondad en su manera de comportarse que el exceso de control masculino ha suprimido.

Todos los días veo a mujeres rotas aferrarse una y otra vez a un hombre que las abandona o que las deja languidecer porque se siente ahogado y frustrado al no hallar jamás esa parte femenina que tanto necesitan. Son mujeres que presienten que el cambio hacia una manera de vivir más amorosa está dentro de ellas pero están tan desgastadas y tan hechas a fijarse en lo que hay fuera que se han perdido en el camino. Y lo que es peor, se sienten cómodas con su dolor e incluso cualquier intento por sacarlas de donde están se considera una invasión. Lo sería, evidentemente, si el intento no hubiera sido precedido por un grito de súplica. A veces explícito. Otras, ahogado. Y así pasan los años y no son capaces de transmitir a sus hijas e hijos eso que vibra en su interior y que permanece pese a los intentos de ocultarlo. Más bien al contrario, se dedican a inculcarles que no hay manera de escapar de la rutina estéril que anula a las personas.

Es cosa de mujeres recuperar la capacidad de devolver la magia y la ilusión a sus vidas. Y con ello, de rebote, al mundo. Es su trabajo detectar la manipulación y no transigir a ella por una falsa creencia de estar incompletas. Somos seres completos. Mujeres y hombres. Por supuesto. Nacemos con la alegría de ser y mantenerla a lo largo de nuestros días, de nuestro paso por la Tierra es, básicamente, la misión que tenemos. La vocación común a la Humanidad. Da igual cómo se exprese la vida, cómo sean las circunstancias. Nunca nadie puede arrebatarnos ese espacio propio que es lo único real que tenemos y que nos pertenece por derecho.

Hemos asistido impasibles a miles de siglos de supremacía férrea masculina en un intento falso de la mente por permanacer cuando sabe que es efímera. Hemos vivido en el ostracismo espiritual, relegando a un segundo plano la consciencia que nos conecta con el corazón y el sentido real de eternidad. Hemos marginado cualquier iniciativa de la mujer sabia por vivir de acorde a las leyes de la naturaleza, por expresar su feminidad y su sexualidad como algo divino. Por intentar fluir con los ritmos de la vida que no sabe de prejuicios y que no entiende de estancamientos. Q se mueve libre a pesar del afán por detenerla. 

El resultado es un mundo enrarecido, con mujeres que viven de cuello para arriba, en su cabeza loca, pertrechadas en la comodidad incómoda del hábito y que han perdido su capacidad de amar y conectar con su sabiduría. Con el Cosmos que se refleja en todo su cuerpo. En su Ser. Mujeres castradas e inseguras que ven a otras mujeres como rivales, que no son capaces de disfrutar de su sexualidad aunque se jactan de ser multiorgásmicas a la manera masculina, esto es, “aquí te pillo, aquí te mato”. Mujeres que padecen verdaderas torturas al parir con secuelas graves en su intimidad y que ven crecer a sus retoños sin conseguir maravillarse por ello. Mujeres que prefieren hacer horas extras o acortar su baja por maternidad a estar con sus hijos, a los que dejan durante horas en las guarderías sin ser conscientes de la necesidad de mamá que tienen, y que cuando acaban su jornada agotadora de trabajo hacen deportes que no respetan su especificidad porque les dicen que es sano y relajante. Todo el día haciendo otras cosas para distraer su mente de tanta frustración y perpetuando el modus operandi que las oprime. Lo que sea para acallar ese grito que nace en el corazón y que recorre sus entrañas. Ese grito que dice “basta. Esto no es mío y no es lo que quiero”. En definitiva, mujeres a las que les explican que para liberarse deben comportarse como los hombres. ¡Qué gran mentira! ¡Cuánta falacia!

Es hora de tomar el relevo. De pasar de lo mental al corazón. De lo masculino a lo femenino. Es hora de ser valientes. Es hora de ser lo que somos, mujeres, y de coger las riendas, para construir un mundo de armonía donde se respete nuestra sensibilidad exquisita y nuestra conexión amorosa con el todo. Es hora de despertar la consciencia que destruye la fuerza de las malas costumbres para crear un mundo nuevo donde todas y todos vivamos en paz y sin ser sometidos por los que dictan las normas para perpetuar la separación de los individuos. 

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